domingo, 26 de agosto de 2012

Sharpe y el tigre de Bengala-Bernard Cornwell





¿Qué puedo decir de esta obra?...En pocas palabras, se trata de una novela de aventuras que atrapa al lector con su narración ágil y trepidante, colmando la mente con evocadoras imágenes de la exótica India de finales del siglo XVII. Una tierra plagada de misteriosos cultos, junglas asfixiantes, fabulosas ciudades repletas de tesoros y déspotas implacables, decididos a defender sus territorios metro a metro en contra de los invasores británicos.
Se trata de un relato colmado de acción, donde el soldado Richard Sharpe marcha con su regimiento hacia Seringapatam, la capital del estado de Mysore, para participar en un asedio destinado a poner fin a décadas de guerra entre la dinastía musulmana y los británicos.
A pesar de ser la XI entrega de la saga, esta novela sería la primera cronológicamente, ya que explora los inicios del Sharpe cuando apenas contaba con 21 años  y no era más que un soldado raso en mayo de 1799.

Titulo: Sharpe y el tigre de Bengala
Autor: Bernard Cornwell
Editorial: Edasha, 2007
ISBN: 978-84-9711-035-8
Páginas: 432 

lunes, 13 de agosto de 2012

Ejército Inca


El Ejército Inca era un ejército multiétnico encargado de defender la soberanía de sus tierras, expandirlas y sofocar rebeliones. A menudo era también usado para intereses políticos como las ejecuciones o golpes de Estado.
 A medida que la soberanía inca crecía en tamaño y población el ejército hacía igual. Las mayores concentraciones de guerreros incas en las épocas del esplendor del imperio llegaron a componer 200.000 guerreros en un solo ejército (época de  Huayna Cápac)
El militarismo que tenía la monarquía inca hacía de éste un importante cargo. A los soldados se les brindaba alimentación, vestimenta y una ayuda estatal en reemplazos para su familia en lo que respectaba a la actividad  agraria que el levado debería estar cumpliendo, de tal manera que ser guerrero permanente no era un mal cargo y hasta inclusive ocupaba su propio espacio en la pirámide político-social.
Cuando volvían de una campaña exitosa a Cusco, niños y mujeres los recibían como héroes y se hacía una ceremonia en honor a ellos. La ceremonia que se daba en la Plaza de armas de Cusco consistía en exhibir el botín y pisotear a los prisioneros como un símbolo de la victoria. 

COMPOSICIÓN

Los soldados incas de alto rango eran elegidos mediante la celebración del "Huarachicuy", fiesta en la cual se hacían diversas pruebas de destreza física como velocidad, puntería, combates simulados, simulacros de batalla y hasta resistencia al sueño.
Al crecer el imperio los incas tuvieron que establecer un ejército de oficiales profesionales en reemplazo al de campesinos guerreros. Los batallones incas estaban integrados por escuadras permanentes (generales y oficiales) y otras no permanentes compuestas por hatun runas (hombres comunes) levados que cumplían con su mita militar (comparable con el servicio militar obligatorio). Una vez cumplida la mita, cada hatun runa volvía a su respectivo ayllu.
Cada batallón estaba conformado por una sola etnia, y dirigida por el curaca de dicha  etnia, una vez muerto este era reemplazado por otro curaca de la misma etnia. Para evitar las rebeliones cada etnia estaba dividida en dos batallones cada uno con su general que competía con su compatriota para lucirse y alcanzar un mayor rango. Este concepto de "dualidad" existía en todo el mundo andino para representar sus dos dinastías: Hanan y Hurin.
Los escuadrones del ejército inca solían organizarse de la siguiente forma, al frente los honderos y arqueros, tras ellos soldados con hachas y macanas (para el choque cuerpo a cuerpo), más atrás soldados con lanzas cortas (a veces arrojadizas) y al final las tropas con las lanzas más largas de hasta 6 metros.


Desde el gobierno de Túpac Yupanqui existió una élite de soldados especializados en el cuidado del  Sapa Inca durante los paseos, viajes o conquistas. Estos eran principalmente tropas de origen cusqueño aunque con el tiempo también se incluyó a soldados destacados de otras etnias. Esta guardia imperial llegó a tener unos 10.000 miembros que acompañaban siempre al emperador, todos ellos de origen noble.
Todo soldado inca debía tener entre 25 y 50 años. Todos los súbditos del imperio o runas hacían el servicio militar o trabajos para el Estado, en el caso de los nobles éste era un honor y un deber; en caso de los plebeyos era un medio de ascensión social. Se elegía a uno de cada 50 hombres para el servicio militar (de preferencia hombres jóvenes), sobre los 25 años (esa era la edad en que según los incas se cumplía mayoría de edad). Según el concepto de dualidad también se mandaba a una de cada 50 mujeres jóvenes a servir en un Templo de las Vírgenes del Sol de por vida.
Es cumplido cierto período cuando se da término al servicio (generalmente 6 a 7 años), pero los oficiales profesionales eran soldados permanentes y pagados. Los militares tuvieron muchos privilegios. El estado les alimentaba, les daba casa, ropa y muchos regalos de coca, joyas y esposas.
Los runas de la costa, a diferencia de los de la sierra, estaban libres de servir, posiblemente por que no podían soportar las condiciones climáticas de los Andes donde solían librase las batallas.
 Los ejércitos incas se caracterizaban por ser disciplinados y bien organizados, sus tropas solían estar en silencio y sólo al momento de atacar gritaban o cantaban, acompañados de instrumentos de música con el fin de asustar al enemigo. Además el ejército marchaba acompañado por un alto número de mujeres, a veces familiares de los soldados, quienes se encargaban de cocinar, vestir, encargarse de los heridos y enterrar a los muertos (esto era algo común en la zona centro andina precolombina). Los ejércitos incas por motivos rituales no luchaban de noche. Los sacerdotes viajaban con el ejército; su función era rezar, hacer sacrificios y tratar de debilitar al enemigo mediante prácticas.
Los soldados que se distinguían en la lucha demostrando su valentía recibían recompensas. Los soldados comunes eran premiados con objetos de metal, medallas o vestidos.
Una vez que la batalla había terminado, los jefes enemigos derrotados sólo eran ejecutados si rehusaban aceptar la soberanía de los incas. Algunos eran sacrificados, pero en su mayoría, los pueblos conquistados pasaban a formar parte del imperio.
Los pueblos conquistados debían hablar la lengua de los incas, adorar a sus dioses y, en suma, vivir como ellos. Los funcionarios incas hacían un cuidadoso estudio de toda la zona conquistada.

TÁCTICAS 

Las vías de comunicación construidas por los incas servían tanto para facilitar el comercio como para que los ejércitos pudieran movilizarse rápidamente (caso similar al de las  legiones romanas).
La acción militar se iniciaba con un desfile para impresionar al adversario. Los soldados marchaban con sus distintivos. El generalísimo iba en su litera y llevaba en su mano el emblema de su mando. A la vista del ejército enemigo, se hacía el alarde. El general o el Inca, pasaba revista a sus tropas mientras se hacían sonar instrumentos musicales. Luego venía la arenga y, finalmente, se efectuaba el ataque.
El poder del ejército Inca residió en dos elementos: la intendencia y la disciplina. Para facilitar el desplazamiento de sus ejércitos, los incas construyeron una vasta red de caminos. La existencia de postas a lo largo de esos caminos, servía para el descanso de las tropas en campaña y para el recambio de animales y armas. En cuanto a la disciplina, era muy rígida. No se permitía que un soldado abandonase la formación, ni siquiera durante la marcha de aproximación.


En una batalla en campo abierto el ejército inca solía dividirse en tres unidades, la principal atacaba al enemigo de frente mientras las otras dos secretamente por los flancos hacia la retaguardia del enemigo donde se unían y lo atacaban con el propósito de rodearlo. El ejército también solía fingir una retirada para que lo atacaran mientras lanzaba su propia embestida en forma de tenazas. Antes del combate cuerpo a cuerpo el ejército inca usaba armas arrojadizas con el propósito de deshacer las filas enemigas.
Al contrario sus enemigos solían hacer ataques frontales con masas desorganizadas de guerreros que atacaban gritando y que entrados en combate perdían todo el orden. De hecho, el ejército incaico era tan disciplinado que rara vez rompía filas y casi siempre mantenía la formación siendo capaz de rechazar incluso una emboscada en terrenos selváticos, montañosos, desérticos o pantanosos.
 En caso de que el enemigo se refugiara en una fortaleza, montaña o ciudad las tropas incaicas cortaban sus vías de comunicación y suministros para aislarlos evitando que intentaran huir o pedir refuerzos. Si es que las negociaciones fracasaban, los incas intentaban tomar la fortaleza y si en caso de ser rechazados entonces bloqueaban las vías de suministros matando al enemigo de hambre y sed.
Para retirarse en caso de derrota el ejército inca marchaba usualmente de manera disciplinada por los caminos de la manera más veloz posible, descansando solo en fortalezas con el fin rearmarse en caso de hacer un contraataque. Dejando siempre guarniciones en las fortalezas que controlaban los caminos, para retrasar un posible avance del enemigo.
Los incas solían mandar exploradores para vigilar a sus enemigos, mandan grupos de nobles a negociar términos de paz y varias veces los siervos que estos llevaban eran espías que trataban de sobornar a capitanes enemigos para que estos traicionaran a sus reyes retirándose en el momento clave de la batalla.
Si durante la fase local las fuerzas incas solían estar formadas por tropas de etnia incaica, pero estos eran muy pocos por lo que durante el imperio solo oficiales y guardias imperiales pertenecían a la etnia dominante (los incas eran 40.000 en 1438 y 100.000 en 1525 personas dominando un imperio de 10 a 15 millones). Los escuadrones se organizaban según la etnia de los soldados (auca runas les llamaban los incas), se armaban y adornaban según su tribu, con cueros, telas escudos, plumas, joyas o con pinturas corporales.
En sus púcaras los incas guardaban provisiones como armas, comida y soldados de reserva, estas fortalezas además dominaban las principales vías de comunicación se construían en lugares de fácil defensa como en las montañas y cimas de cerros, al borde de un río y/o camino.
En caso que el enemigo se rindiera o sometiera pacíficamente la ciudad o país y sus habitantes solían ser bien tratados sin sufrir saqueos o masacres. Pero si el enemigo se resistía podía sufrir variados castigos, aunque a veces podían ser perdonados, esto variaban según el grado de intensidad de la lucha. Pero si una ciudad o etnia se sometía y después se rebelaba podía ser incluso aniquilada (como fue el caso de los punaeños y los pastos).
Para las grandes campañas de conquista solía ir el propio Sapa Inca pero para rebeliones menores o invasiones bárbaras solían mandar a generales o príncipes reales (a estos sus padres los solían probar para ver cuál debía ser su sucesor).
Para transportar equipos y armas se solían usar llamas. Los incas le daban mucha importancia a la logística militar, lo cual tenía mucho que ver con el tipo de guerra que llevarían a cabo. Para campañas cortas se usaban campesinos que requerían lo mínimo como para lanzar una ofensiva directa, si en cambio se esperaba una guerra larga de desgaste se usaban a soldados profesionales que necesitaban muchos más recursos. También usaban a menudo espías y sobornos, disfrazada de diplomacia. 

 
Otra ventaja que poseían los incas sobre sus enemigos era su superioridad numérica. Mientras sus enemigos solían ser guerreros de una tribu o de una alianza de varias tribus, las tropas imperiales solían ser masas de hombres de todas partes del imperio, que gracias a su gran población podía movilizar cientos de miles de guerreros (aunque que esto también lo hacían muy heterogéneo y solo unos pocos eran cusqueños). Esta gran variedad era tanto una desventaja (poca unidad de la tropa) y una ventaja (varios modos de lucha que enfrentar y con tropas especializadas a luchar en distintos ambientes). Se dice que los incas eran capaces de movilizar millones de soldados, se dice que Pachacútec contó con 4,5 millones de soldados en sus campañas, cifra sin duda exagerada. Se calcula que en un solo ejército para una campaña los incas movilizaban hasta 200.000 hombres.
Los ejércitos incas tenían como unidades máximas divisiones de 10.000 hombres, al mando de un Apusquin Randin, equivalente a un teniente general, generalmente un noble cusqueño veterano de varías campañas que hubiera destacado por sus éxitos militares. El general en jefe de la campaña se llamaba Apusquispay, era un noble elegido por el Inca que había demostrado buenas condiciones físicas y mentales durante las pruebas del Huarachico. Para dar órdenes los generales usaban los distintos soldados para comunicarse con sus lugartenientes, que usaban conchas, trompetas y tambores.



ARMAMENTO 


Los soldados incas portaban armas simples de todo tipo, variando según la etnia a la cual pertenecían, por ejemplo, los soldados Chancas eran especialistas en el uso de mazos o macana, mientras que los soldados del Antisuyo o la selva alta usaban con más frecuencia el arco y flecha.

ARMAS DEFENSIVAS 

Escudos (en quechua: Hualcana): Lo usaban sólo algunos soldados, en general lo usaban los de mayor rango y eran de madera cubierta de cuero. Tenían grabados geométricos (tocapus) en su cara. Eran redondos, cuadrados o rectangulares.
Cascos (en  quechua: Uma chucu o prenda de cabeza): De madera algunos, otros de madera reforzado con anillos de metal y otros de cobre. Los cascos de cobre eran usados por generales y soldados de alto rango, aunque los de madera lo podía usar la milicia estándar si les era cómodo.
Pecheras: También usado mayormente por la oficialidad. Solían tener grabados simbólicos de adorno.
Armaduras: Utilizadas por los incas nobles consistían simplemente en unas túnicas de algodón, muy gruesas y acolchadas. En la espalda se colgaban un escudo de madera.




ARMAS OFENSIVAS

Estólicas: Consistían en varas para lanzar proyectiles, como el átlatl mexicano. Servían para lanzar proyectiles y lo usaban los soldados de etnias selváticas.
Honda (en  quechua: huaraca): Compuestas por una cuerda de longitud mediana donde se colocaba el proyectil (en este caso piedras esféricas) en el medio y lanzarlas mediante un movimiento circular de esta. 
Boleadora (en  quechua: liwi): Consistían en dos o tres proyectiles pesados unidos por cuerdas. Éstos se hacían girar en el aire y posteriormente eran lanzados. También eran usado para la caza.
Lanzas (en quechua: Suchuc Chuqui o lanza): De dos metros de altura, eran las favoritas de los soldados que pertenecían íntegramente a la etnia inca cusqueña. Todos los generales lo usaban como símbolo de poder.
Mazas (en quechua: Chaska chuqui o lanza con punta de estrella): Mangos de madera con un objetos pesado en la punta. Normalmente estos objetos pesados tenían formas estrelladas y eran las armas más comunes en el ejército inca. Se dice que los objetos pesados de la punta solían ser de oro o plata según el rango del soldado.



Arcos y flechas: De uso mayormente selvático (Antisuyo). Algunas tribus selváticas usaban flechas de dos metros de largo capaces de atravesar a varios enemigos a la vez con el fin de asustar al enemigo, para que este huyera o rompiera filas.
Mazos (en quechua: Chambi): Maderos gruesos y con púas. Eran usado principalmente por etnias sureñas.
Hachas (en  quechua: Cunca chucuna o lo que rompe cuellos): Podían ser de piedra o cobre.



Posterior a la llegada de los españoles, los incas fueron influenciados militarmente por estos, llegando a usar caballos, espadas y armadura. Se sabe que cuando  Manco Inca se rebeló formó un batallón de soldados incas montados a caballo, se sabe que él mismo usó armamento español tras haber vivido algunos años con ellos.

TIPOS DE CONQUISTA 

Conquista pacífica
Se daba cuando el Inca ofrecía múltiples beneficios al curaca o rey de la zona, si este aceptaba reconocerlo como emperador. Los beneficios podían ser regalos suntuosos, obras públicas, respeto a su investidura, intercambio de mujeres para entablar lazos de parentesco, etc. Si se subordinaba, ya sea por simpatía espontánea o por temor al ejército inca, se hacía merecedor a los beneficios ofrecidos, pero sometiéndose a las exigencias quechuas: entregar tierras al estado, mano de obra, suministrar soldados, etc. Era una conquista a través de la reciprocidad.

Conquista violenta
Ocurría cuando el pueblo a conquistarse, debido a su belicosidad y orgullo, no aceptaba ningún beneficio. Generalmente, resultaba una guerra sangrienta con el consecuente triunfo inca. De acuerdo con la duración de la guerra, el pueblo conquistado recibía las represalias respectivas. El líder vencido era ejecutado; según el grado de su rebeldía, el pueblo entero podía ser trasladado a un lugar más lejano o, en casos extremos, aniquilados en su totalidad, como escarmiento para evitar futuros levantamientos.

HISTORIA

Fase local Siglo XIII -1438
En la fase local del desarrollo inca ( desde el inicio del incanato hasta antes del gobierno de Pachacútec) el ejército era reducido de tamaño y habilidad. Las únicas batallas que luchaban eran defensivas y de subsistencia. En ocasiones eran los mismos gobernadores los generales en el campo de batalla. Durante este periodo las constantes luchas fueron contra pequeñas etnias como los alcahuasis o los canas. Las más grandes amenazas fueron los Avamarcas o los poderosos Chancas con los cuales el ejército inca tuvo que enfrentarse en varias ocasiones.   

Fase Imperial 1438-1532
El periodo comienza con la derrota de los Chancas, en cuya campaña participó el mismo Pachacútec como general. A partir de ella el ejército inca sería un ejército multiétnico, más sofisticado y numeroso. Las etnias conquistadas pasaban rápidamente a ser parte de los incas y contribuir con gente a los ejércitos. Durante este periodo la mayor parte de las guerras eran de conquista y fue en este periodo que los ejércitos alcanzaron su máximo esplendor. Los principales enemigos fueron los Chancas, los Chimú y posteriormente los conquistadores españoles.

Invasión (1532-1572)
En este periodo gran parte del ejército inca fue diezmado por las guerras civiles, las enfermedades, ataques españoles y rebeldes. Al inicio los soldados incas temían a los caballos y las armas de fuego por lo cual su eficacia en el  campo de batalla se veía reducida. Sin embargo poco tiempo después el temor se perdió, inclusive algunos ejércitos incas tenían batallones a caballo o soldados con espadas y armaduras españolas.  

 FUENTE: http://es.wikipedia.org/wiki/Ejército_incaico

domingo, 5 de agosto de 2012

Sharpe y su peor enemigo- Bernard Cornwell





Richard Sharpe es uno de los personajes más apasionantes del escritor británico Bernard Cornwell. Por esta razón este fusilero de las guerras napoleónicas es el protagonista de 22 novelas y una afamada serie televisiva en Gran Bretaña.
Se trata de historias bien narradas, repletas de acción e intriga que te atrapan desde el primer capítulo. Personalmente he leído cuatro de la serie y ninguna me ha decepcionado.
“Sharpe y su peor enemigo” cumplió con todas las expectativas, y me abrió el apetito literario para continuar leyendo cualquier libro de la serie que caiga en mis manos. Definitivamente este autor es uno de los mejores narradores de aventura histórica que he podido leer en mi vida. Además, el periodo napoleónico es una mina de oro en lo referente a peligro y aventuras.

Titulo: Sharpe y su peor enemigo
Autor: Bernard Cornwell
Editorial: Edasha, 2004
ISBN: 84-95971-38-0
Páginas: 384

jueves, 21 de junio de 2012

GUERREROS MEXICA




El arte de guerra mexica abarca los aspectos más importantes del modo de guerrear y pelear que tenía esta sociedad militarista del Posclásico Tardío. Las fuerzas militares, armamento y estrategia fueron vitales para las expansiones realizadas en el Posclásico Tardío por la civilización mexica en Mesoamérica. Este tema también abarca en particular la historia militar de los mexicas, la última Triple Alianza de Mesoamérica que integró la ciudad-estado de Tenochtitlan junto con las ciudades-estado de Tezcuco (hoy Texcoco), Tlacopan (hoy Tacuba), y otras fuerzas militares aliadas de la región central de México.
 Las fuerzas armadas estaban compuestas de un gran número de plebeyos (yaoquizqueh) que sólo poseían conocimientos y capacitación militares básicos, y un pequeño pero todavía considerable número de guerreros profesionales, pertenecientes a la nobleza (pipiltzin), los cuales se organizaron en diferentes sociedades guerreras, a las cuales eran integrados según sus logros en el  campo de batalla. El estado mexica  estaba centrado alrededor de la expansión militar y del predominio político sobre otros pueblos, además de la exigencia de tributo de otras ciudades-estado, por lo cuál la guerra era la fuerza básica en la política mexica. La sociedad mexica también estaba centrada alrededor de la guerra; cada hombre mexica recibió formación militar básica desde temprana edad, ya que la guerra no solo era importante para el bien del imperio, también era para muchos, la única posibilidad de ascender en la pirámide social mexica, la única forma de dejar de ser plebeyos (macehualtzin).
Un guerrero mexica se destacaba por sus logros y habilidades militares, especialmente la toma de cautivos (maltin) para el sacrificio.
El sacrificio de cautivos de guerra era una parte importante de muchos festivales religiosos de los mexicas. La guerra fue la principal fuerza impulsora de la economía del imperio y de la religión mexica.

LA GUERRA MEXICA


OBJETIVOS

Hubo dos objetivos principales en las guerras mexicas. El primer objetivo era político: el sometimiento de las ciudades-estado enemigas a fin de obtener el tributo correspondiente y ampliar la hegemonía política mexica. El segundo objetivo era religioso y socioeconómico: la toma de cautivos para ser sacrificados en ceremonias religiosas. Estos dos objetivos también influyeron en el tipo de guerra practicado por los mexicas. La mayoría de las guerras fueron principalmente por cuestiones políticas y fue impulsada por las expectativas de la nobleza mexica para con el huey tlatoani
Además la guerra sirvió para proporcionar crecimiento económico al imperio mediante la ampliación de los territorios imperiales, aumentando las fuentes de materias primas para el comercio y la sociedad, cosa que fue posible gracias a la expectativa de los plebeyos de tener una oportunidad de avanzar en la sociedad mediante el éxito en la guerra. La primera acción de un tlatoani electo siempre era una campaña militar con el doble propósito de demostrar su capacidad como guerrero y así como dejar claro que sería tan duro sobre cualquier conducta rebelde como su predecesor, además también era para suministrar abundantes cautivos para los festejos de su ceremonia de coronación. Una campaña de coronación fallida era vista como un muy mal augurio para la figura del tlatoani, ya que podría significar rebeliones en ciudades-estado (altéptl) sometidas por anteriores tlatoanis y la nobleza mexica dudaría de su capacidad de gobierno. Este fue el caso de Tízoc quien fue envenenado por los nobles mexicas después de varias campañas militares fallidas.

FORTIFICACIONES

Las fortificaciones no solían ser muy utilizadas por los mexicas para controlar el territorio dentro de su imperio, pero hay ejemplos de fortificaciones construidas por los mexicas. Importantes ejemplos son las fortificaciones en Oztuma (Oztoman) donde los mexicas construyeron una guarnición para mantener a los rebeldes chontales bajo control; en Quauhquechollan (hoy Huauquechula), cerca del actual Atlixco, los mexicas construyeron un fuerte a fin de tener fuerzas siempre cerca de sus enemigos tradicionales los tlaxcaltecas, , chololtecas y huejotzincas, y en Malinalco cerca de Toluca, Ahuízotl mandó construir guarniciones y fortificaciones para vigilar a los matlatzincas,  mazahuas y otomies y para tener tropas cerca del belicoso estado purépecha.
Las fronteras también fueron vigiladas y al menos parcialmente fortificadas.

GUERRAS FLORIDAS

Otro tipo de guerra practicado por los mexicas fueron las llamadas guerras floridas (xochiyáoyotl). Este tipo de guerra se luchó con pequeños ejércitos con previo acuerdo entre las partes involucradas. No estaban encaminadas a conquistar el altépetl enemigo, sino que sirvió a otros fines. Una era la toma de cautivos para el sacrificio y esto fue sin duda una parte importante de la mayoría de las guerras mexicas. Fray Diego Durán afirma en sus crónicas que el xochiyáoyotl fue instituida por Tlacaélel durante la gran hambruna de Mesoamérica (1450-1454) bajo el reinado de Moctezuma Ilhuicamina. Estas fuentes afirman que Tlacaelel organizó con los dirigentes de Tlaxcala, , Cholula, y Huexotzingo, para participar en batallas rituales que proporcione a todas las partes suficientes víctimas a apaciguar los dioses. Ross Hassig en 1988 planteó que el xochiyaoyotl tenía otros propósitos más políticos que religiosos, entre los cuales estarían:
  1. Demostrar la superioridad militar mexica.
  2. Debilitar gradualmente a otros altépetl.
  3. Someter a enemigos difíciles como los tlaxcaltecas, sin entorpecer otras actividades del imperio.
  4. Convencer a la gente, tanto a los propios mexicas como a otros pueblos, que era mejor no desobedecer al imperio, cosa que reafirmaba con los sacrificios hechos en el Templo Mayor de Tenochtitlán.

  Organización del ejército 

El ejército mexica estaba organizado en dos grupos. Los plebeyos, los cuales fueron organizados en divisiones llamadas calpulli, las cuales estaban bajo las órdenes de un tiachcahuan y/o de un calpoleque; y los nobles, que fueron organizados en sociedades de guerreros profesionales. Aparte del tlatoani, los dirigentes de los guerreros mexicas fueron el gran general, o tlacochcalcatl y los generales de tropa o tlacateccatl. El tlacochcalcatl y los tlacateccatl también tenían que nombrar sucesores antes de ir a cualquier batalla a fin de que si murieran pudieran ser reemplazados inmediatamente.
Los sacerdotes también tomaron parte en la guerra, llevando las efigies sus deidades en la batalla junto a los ejércitos. 
Los hijos de los nobles eran educados y entrenados en el calmecac donde recibían educación militar avanzada así como en otros temas tales como astronomía, calendarios, poesía y religión. Por otra parte los hijos de plebeyos fueron educados en el telpochcalli donde recibían formación militar básica y aprendían un oficio. 

RANGOS

Los guerreros sobresalientes en la batalla podían ser ascendidos a nobles y podían introducirse en algunas de las sociedades guerreras (al menos entre los guerreros águila y los guerreros jaguar). Los hijos de nobles capacitados en el  calmécac sin embargo tenían que entrar en una de las sociedades progresando a través de los diferentes rangos, como cualquier otro soldado. Los guerreros podrían pasar de una sociedad a otra, cuando tuvieran suficiente mérito; exactamente cómo sucedía esto es incierto. Cada sociedad tenía diferentes modos de vestir y diferente armamento así como diferentes estilos de pintura corporal y facial y adornos en el uniforme. 

GUERREROS ÁGUILA Y JAGUAR



La mayor sociedad guerrera fue la de los guerreros águila (cuauhpipiltin, en singular cuauhpilli) y la de los guerreros jaguar (ocelopipiltin, en singular ocelopilli). Ambos vestían como el animal del que tomaban su nombre, algunos vistiendo pieles de grandes felinos y otros adornados con plumas de águila. Muchos de estos guerreros fueron representados en estatuas y en códices. La poesía mexica también usa con frecuencia la frase "In cuauhtli, in ocelotl" (las águilas, los jaguares) para referirse a los nobles en la guerra. El cuartel de los guerreros águila y los guerreros jaguar fue el Quauhcalli "la casa de las águilas", situado en el recinto ceremonial en Tenochtitlan. Era el grupo de élite de las fuerzas armadas, algunos codices recogen la leyenda de que entraban en un profundo estado de meditación y podían permanecer en un sitio de cuclillas y sin moverse, sin comer ni beber durante al menos dos semanas, simplemente esperando el momento oportuno para atacar y matar de un golpe (como era usual) a su enemigo. Se estima que los guerreros águila y los guerreros jaguar causaron casi el 80% de las bajas españolas, antes, durante y después de la conquista.

GUERREROS OTOMÍES 


Los Otomies (Otomih u Otontin) fueron otra sociedad guerrera la cual tomo su nombre de la gente otomí, la cual se resistió enérgicamente a la conquista. En fuentes históricas es frecuente confundir si la palabra otomitl "Otomi" se refiere a los miembros de la sociedad guerrera mexica, o a los miembros del grupo étnico que muchas veces se unió a los ejércitos mexica como mercenarios o aliados

GUERREROS RAPADOS

Los guerreros rapados (Cuachicqueh) eran la sociedad guerrera más prestigiosa. Sus cabezas estaban rapadas, excepto por una cresta de pelo al centro y una trenza sobre la oreja izquierda. Pintaban sus calvas y rostros en una mitad azul y en la otra rojo o amarillo. Al iniciarse juraban no dar un paso atrás durante la batalla bajo pena de muerte a manos de sus camaradas.

ARMAS Y EQUIPOS


ARMAS ARROJADIZAS

Átlatl: Era un arma utilizada para lanzar pequeñas jabalinas llamadas "tlacochtli" con mayor fuerza y mayor alcance que al ser lanzadas a mano. Murales en Teotihuacan muestran guerreros usando esta arma tan efectiva, que es característica de las culturas del  México central.
Tlahuitolli: Arco.
Mitl: Flecha.
Yaomitl: Flechas con  púas de obsidiana.
Micomitl: Aljaba mexica.
Tematlatl: Una honda hecha con fibras de maguey.

ARMAS MANUALES


Macuahuitl: Era una arma de mano, que era esencialmente una espada de madera con filos de obsidiana incrustados en los lados. Esta era el arma básica de los grupos de élite del ejército. También llamada en español con el nombre de origen taino "macana". Según los relatos, un golpe de esta arma podía decapitar a un  caballo.
Tepoztopilli: Lanza de madera con filos de obsidiana en la punta.
Quauhololli: Mazo de madera.
Huitzauhqui: Mazo de madera con filos de obsidiana a los lados.

ARMADURA 


Chimalli: Eran escudos hechos con diversos materiales; por ejemplo, madera, con la que se fabricaban los llamados "cuauhchimalli" o caña de maíz, con la que se confeccionaban los "otlachimalli". también había escudos hechos con oro, o decorados con trabajos en plumas, llamados "māhuizzoh chimalli".
Ichcahuipilli: Era una armadura de algodón acolchado, de uno o dos dedos de espesor. Este material era resistente a golpes con macuahuitl y a tiros con  átlatl.
Ehuatl: La túnica que los nobles usaban sobre su ichcahuipilli o tlahuiztli.
Tlahuiztli: Eran los trajes decorados de los guerreros prestigiosos y de los miembros de las sociedades guerreras.
Pamitl: Eran las enseñas que los comandantes y guerreros destacados portaban en sus espaldas. Eran diseñadas para ser vistas a distancia.
Cuatepoztli: Era un yelmo de madera que dependiendo del rango podría ir decorado con plumas o grabados; además de que solía tener forma de cabeza de águila o de cabeza de jaguar.


CAMPAÑAS Y BATALLAS 

Una vez que el tlatoani tomaba la decisión de ir a la guerra se daba la noticia en las plazas pidiendo la movilización del ejército con varios días o semanas de anticipación. Cuando las tropas estaban preparadas y cualquier altépetl aliado había sido advertido y había dado su consentimiento para participar en la campaña, la marcha comenzaba. Generalmente los primeros en marchar eran los sacerdotes llevando las efigies de los dioses, al día siguiente la nobleza marchaba encabezada por el tlacochcalcatl y el tlacateccatl. Y en el tercer día el grueso del ejército mexica marchaba, seguido por los guerreros de otras ciudades de la alianza  ( Tlacopan y Texcoco), y finalmente, las fuerzas aliadas de otras ciudades, en algunas de estas ciudades, se unían otros guerreros durante la marcha, mientras el ejército pasaba por sus ciudades. Gracias al eficiente sistema de caminos a lo largo del México central, el ejército mexica marchaba, un promedio estimado de 19-32 kilómetros por día. El tamaño de los ejércitos mexica variaba considerablemente de pequeńos contingentes de entre unos cientos y unos pocos miles de guerreros, a grandes ejércitos con cientos de miles de guerreros. En la guerra contra Coixtlahuacan, el ejército mexica consistía de casi 200.000 guerreros y 100.000 tamemes. Otras fuentes mencionan ejércitos de hasta 700.000 hombres.


La lucha normalmente empezaba al amanecer. Se utilizaban señales de humo para avisar sobre el inicio de una batalla y para coordinar ataques entre diferentes divisiones del ejército. La señal para atacar era dada por instrumentos musicales como tambores y conchas de caracoles (Tlapitzalli). Generalmente la batalla comenzaba con flechas y lanzas. El grueso del ejército estaba compuesto por plebeyos armados con arcos y hondas. Entonces los guerreros se lanzaban al ataque, y durante esta fase, antes de la lucha cuerpo a cuerpo, se utilizaba el átlatl. Esta arma lanzamisiles era preferida para tiros cortos que las hondas y arcos, por ser mucho más letal. Los primeros guerreros en entrar en combate eran los más distinguidos guerreros de las sociedades Cuachicque (Rapados) y Otontin (Otomí); luego seguían los guerreros águila y los guerreros jaguar; y finalmente los plebeyos y jóvenes primerizos. Hasta bien entrado el combate, los rangos se mantenían y los mexicas intentaban acorralar o flanquear al enemigo, pero una vez que el combate comenzaban a intensificarse, las filas se rompían, y cada guerrero libraba su propia contienda mano a mano. Los jóvenes participaban por primera vez en batalla, normalmente no se les permitía luchar antes de que la victoria mexica estaba asegurada, tras lo cual, se trataría de capturar presos durante la huida del enemigo. Se dice que, durante las guerras floridas, los guerreros mexicas solo capturaban a sus enemigos en lugar de matarlos, a veces cortando un tendon o incapacitando de otra manera a sus enemigos. Esto ha sido utilizado como argumento para explicar la derrota de los mexica ante los españoles pero ya no es considerado como algo probable. Gracias a nuevas fuentes, sabemos claramente que los mexicas mataban a sus enemigos españoles cuando tenían la oportunidad. Otras maniobras tácticas de los mexica, consistían en fingir retiradas y elaborar emboscadas: pequeños grupos de soldados mexicas atacaban primero y se retiraban con lo que atraían y hacían caer al enemigo en una trampa, llevándolos a lugares donde había más guerreros ocultos. Si un enemigo intentaba refugiarse en su ciudad, la batalla continuaba. Pero como normalmente, el objetivo era conquistar una ciudad no destruirla. Una vez que la ciudad era conquistada el templo principal sería incendiado, proclamando a lo lejos, a todos los pueblos cercanos, la victoria de los mexicas.
Si los enemigos aún se negaban a entregar el resto de la ciudad, esta podría ser incendiada, pero esto era poco frecuente.



GUERRERO ÁGUILA


Los cuāuhpipiltin (en singular cuāuhpilli, "noble águila" en Náhuatl clásico), también llamados caballeros águilas o guerreros águilas, fueron una clase especial en la infantería militar de la armada azteca, los cuales junto a los caballeros jaguar o "ocēlōpipiltin" componían primordialmente las elites guerreras del antiguo  Imperio azteca..
Los "cuāuhpipiltin" fueron los únicos dentro de la sociedad guerrera azteca que no estaban restringidos por derechos de nobleza, los cuales aún los más comunes como los  macehuales (la clase más baja dentro de la sociedad azteca), podían ser admitidos.
Como parte de su educación, todo joven varón mexica  (mecehualli) tenía que aprender los métodos de guerra y el uso de armamentos en la escuela (telpochcalli), pero solamente los que mostraban agudez mental y destreza podían avanzar al siguiente nivel o escuela para nobles la calmecac, y así aprender administración imperial y como gobernar, hasta llegar a ser los caballeros águilas.


 

Hasta la edad de catorce años, la educación de los hijos estaba a cargo de los padres, pero supervisada por las autoridades de sus respectivo Calpulli (el equivalente a un ayuntamiento). Así periódicamente estos jóvenes macehualtin (Lit. Trabajadores: digase de los comerciantes, peatones, constructores) tenían que atender a las escuelas templo    (calmécac) locales, para así ser sujetos a pruebas de aprendizaje para ver su progreso, en el arte de la guerra y otros conocimientos.
El rito de paso del joven azteca para la edad aceptada como adulto, consistía en que el joven guerrero tenía que capturar su primer prisionero de guerra, generalmente era muy parecido al monto de los guerreros jaguar (ocēlōpilli), quienes tenían que capturar en una batalla a por lo menos entre 4 a 5 prisioneros, solo así podían obtener el título de cuāuhpilli (Caballero águila).
El uniforme que los guerreros águilas usaban variaba de la posición social y uso ceremonial o militar, pero estos generalmente representaban el coraje y la fuerza física que se presumía presentaba en el campo de batalla.
Sus escudos también representaban sus grados en el ejército, los cuales eran coloridos y cubiertos de plumas. En la pierna del guerrero llevaba una banda de piel, y en la cabeza usaban cabezas de águilas, o diseños con cabezas de águilas, al igual que plumas para adornarlas, las plumas variaban según el pájaro y la clase

Todos los guerreros usaban diferentes armas, una de ellas eran los atlatl (lanzadardos), arcos, espadas y otros tipos de dagas. Las espadas aztecas eran los macahuitl, garrotes de madera con puntas de obsidiana, las cuales eran muy afiladas, pero que se desgastaban o quebraban fácilmente. También usaban una coraza de pecho liviana, de acuerdo al clima de la época.
El modo de guerra del guerrero águila era una incursión rápida y estratégica a los campos enemigos, cada grupo marchaba separado, de los cuales se desprendía un contigente de fuerzas especiales, y según pelearan podían llegara tener algún título de nobleza, estos guerreros vivian cerca del Templo Mayor, en cuartos especiales, en el precinto del templo era donde se formaban para la batalla. Los cautivos eran sacrificados a los dioses

GUERREROS JAGUAR






Se denominaban con el nombre de "Guerreros Jaguar" (en náhuatl: ocēlōpilli) a ciertos miembros del ejército azteca, quienes eran guerreros profesionales. que pertenecían a la clase baja, los mācēhualtin. Estos soldados eran algo así como las " fuerzas especiales" del estado mexica, distinguiéndose de los guerreros águila (cuāuhpilli), que sólo podían proceder de la nobleza. Estos dos tótems se solían usar debido a la creencia que las águilas y los jaguares representaban respectivamente la luz y la oscuridad en la mitología azteca.
El guerrero jaguar solían enviarse al frente de la batalla durante las campañas militares, mientras que el guerrero águila era explorador, espía y mensajero. Para alcanzar este estatus, debía capturar doce enemigos vivos en dos campañas consecutivas, es decir, seis en una y los otros seis en la siguiente.
En muchas de las obras que nos legó la civilización azteca ( códices, estatuas, imágenes) quedaron representados estos guerreros. 



 

http://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_azteca

sábado, 2 de junio de 2012

Nuevo relato en el foro de la AEEyB

Para los interesados he subido un nuevo relato del Hacha Negra en el foro de Relatos Salvajes de la Asociación Española del Espada y Brujería.
Se titula La profecia de Annarkos, y pueden acceder a través de la sección Relatos en la Red de esta bitácora. Espero que lo disfruten amigos míos.     

sábado, 28 de abril de 2012

La batalla de Adrianópolis


La Batalla de Adrianópolis fue un enfrentamiento armado que se libró el 9 de agosto de 378 d.C. en las llanuras al noroeste de la ciudad romana de Adrianópolis (actual Edirne, en la Turquía europea). En ella se enfrentaron las fuerzas de Fritigerno, jefe de los visigodos, y el ejército del Imperio Romano de Oriente comandado por el propio emperador Valente I, que murió en la batalla y cuyo ejército fue aniquilado. Fue la mayor derrota romana desde la Batalla de Arausio y el último combate en el que los romanos emplearon sus clásicas legiones, pues a partir de entonces comenzaron las batallas a poner más énfasis en la caballería y las pequeñas divisiones armadas, como los comitatenses. El desarrollo de la batalla se conoce realmente bien gracias sobre todo al relato de dos historiadores romanos contemporáneos, Amiano Marcelino y Orosio.  

ANTECEDENTES

Los godos procedían originalmente del sur de Escandinavia, pero a partir del siglo I emigraron hacia el sudeste, asentándose dos siglos más tarde en las grandes llanuras al norte del Mar Negro. Allí se dividieron con el tiempo en dos ramas, los ostrogodos (del gótico Ost Goths, "godos del este") y los visigodos (en gótico Wiss Goths, "godos del oeste"), separados por el río Dniéster. Los visigodos se extendieron enseguida hacia el suroeste, cruzando con frecuencia la frontera romana y realizando todo tipo de saqueos, hasta que llegaron a un acuerdo por el que los romanos les cedían la provincia de Dacia (oeste de la actual Rumania) a cambio de la paz en tiempos del emperador Aureliano (270-275). Constantino I el Grande les convirtió en federados del Imperio ( Foederati) y les encargó la defensa del limes danubiano a cambio de importantes sumas de dinero, pero pronto llegaron los problemas. Si los romanos tenían que pagar a los bárbaros para que los defendieran, ¿quién les impediría recibir más dinero que el de una legión cualquiera? A pesar de las crisis económicas de los siglos III y IV los romanos seguían teniendo mucho dinero, sólo había que cogerlo. Así que, cada vez que los godos estimaban que les convenía un aumento de su sueldo, cruzaban en armas el Danubio, saqueaban un par de ciudades y volvían a sus tierras, comunicando a los romanos que seguirían haciéndolo mientras los subsidios no se les aumentasen. Así lo hicieron hasta el año 370, cuando se aliaron con los soldados romanos que se habían rebelado contra el emperador Valente y fueron derrotados. Ese mismo año, los godos se encontraron a sus espaldas con un enemigo con el que no contaban: los hunos. Este pueblo de jinetes asiáticos derrotó estrepitosamente a los alanos del Volga y se extendió rápidamente por las estepas de Rusia, enfrentándose a los ostrogodos en 370, que fueron también vencidos y forzados a servir en su ejército junto con otros pueblos germánicos. Las noticias relatadas por los refugiados ostrogodos pusieron a sus hermanos del oeste en pie de guerra, pero cuando en 376 los hunos atravesaron el Dniéster para enfrentarse a ellos, los godos occidentales fueron derrotados igualmente. Al contrario que sus hermanos orientales, los visigodos tuvieron ocasión de huir y la aprovecharon, solicitando a los romanos cruzar el Danubio e instalarse esta vez en la provincia de Moesia, en las actuales Bulgaria y Serbia. Los romanos no rechazaron la propuesta, pues les convenía para defender los Balcanes de la previsible futura invasión de los hunos. Historiadores romanos cifraron la masa de refugiados en un millón de personas (de las que hasta un quinto eran guerreros), sin embargo, la cifra es considerada por muchos historiadores modernos una exageración, rebajando la cifra a algunos cientos de miles de germanos (visigodos, ostrogodos, alanos y tervingios), siendo de 75.000 el número de visigodos (15.000 serían guerreros) a los que se sumaron tras cruzar la frontera unos 4.000 jinetes ostrogodos y alanos que habían entrado furtivamente en el imperio, con 2.000 a 5.000 carromatos se presentaban voluntarios para cultivar y defender una zona fronteriza escasamente poblada, donde las pocas legiones y los mercenarios francos se habían mostrado insuficientes frente a las invasiones anteriores de los propios visigodos y otros pueblos bárbaros. Los visigodos se asentaron en Moesia de forma prácticamente independiente, sólo condicionados a pagar determinados impuestos y servir en el ejército cuando fuera necesario, por lo que comenzaron a recibir nuevas armas y adiestramiento en las técnicas de guerra romanas. También gozaron a partir de ese momento de la ciudadanía romana.

La llegada de los visigodos a Moesia contó con el voto en contra de amplios sectores de la sociedad romana. Muchos políticos y militares veían un peligro inminente en la presencia de los visigodos como ente autónomo dentro del Imperio, considerándolos el equivalente a un tumor en el mismo y que tarde o temprano ocasionarían problemas. Sin embargo, los pretorios Modesto y Tatiano recomendaron el asentamiento de los federados, por considerar que las ventajas superaban ampliamente a las posibles pegas. Por otra parte, el pueblo de la zona y la Iglesia no veían bien el tener como vecinos a los bárbaros, con numerosas costumbres paganas y creyentes en su mayor parte en la doctrina del arrianismo, que el resto de los cristianos consideraban una herejía. No obstante, Valente hizo caso omiso de estas quejas, pues al fin y al cabo él mismo era arriano, y eso le daba más confianza entre los inmigrantes. En cuanto al peligro de rebelión, Valente lo consideró pequeño, ya que los visigodos habían dado en los últimos tiempos muestras una y otra vez de querer servir al Imperio y adoptar numerosos aspectos de su cultura. En el peor de los casos, si los visigodos volvían a las andadas deberían abandonar las tierras de Moesia y se encontrarían acorralados entre las hordas hunas y las tropas de los imperios de Oriente y Occidente, sin posibilidad de ir a ningún lugar. Todo parece indicar que los godos cumplieron con su cometido esta vez y que fueron los romanos los causantes de que el frágil equilibrio se rompiera dos años después. Los Balcanes eran una zona pobre, y los funcionarios romanos en la región recurrían a todo tipo de corruptelas para prosperar. De entre todos los funcionarios que comenzaron a inflar los tributos en exceso y acosar a los godos con la intención de arrebatarles hasta el último fruto de su trabajo destacaba especialmente el avaricioso "Conde" (Comes, gobernador y recaudador de impuestos) de Moesia, Lucipino, y su ayudante Máximo. Lucipino también hizo grandes negocios vendiendo a precios desorbitados los materiales y alimentos que el Imperio había dispuesto para crear los nuevos asentamientos. Aunque en principio el más destacado noble y líder mayoritario de los visigodos de Moesia, Fritigerno (en gótico Frithugarnis, "el que desea la paz") acató el trato de Lucipino, pronto empezó a mostrar reticencias ante las sucesivas visitas de los recaudadores. Se han señalado varias razones para ello: la muerte del noble godo Alavio o Alavivo (Alavivus), que hasta entonces habría recomendado una postura más dócil a Fritigerno; la llegada de Atanarico y sus seguidores por cuenta propia a Moesia, antaño enfrentados a Fritigerno y su política colaboradora con los romanos, a los que Valente se había negado a acoger en el Imperio y que habían sido abandonados en Dacia ante el empuje de los hunos; o el simple agotamiento de la paciencia de Fritigerno, sobre todo en un año 377 que había sido malo para la agricultura y en el que la hambruna golpeaba a su pueblo En cualquier caso, Lucipino comenzó a considerar a Fritigerno como un posible obstáculo para sus planes y decidió asesinarlo. Para ello, invitó al jefe visigodo a un banquete con la excusa de limar asperezas con él, donde esperaba pillarlo por sorpresa. Sospechando la actitud de Lucipino, o quizás avisado por alguien, Fritigerno se presentó armado y acompañado por sus mejores hombres al convite, y fue él quien mató allí a Lucipino y los que iban a ser sus asesinos. Considerándose entonces libres de su acuerdo con los romanos, los visigodos decidieron recuperar sus bienes saqueando las poblaciones romanas de Moesia y especialmente la más rica provincia vecina de Tracia. Dos pequeños destacamentos romanos se enfrentaron a los godos sucesivamente y fueron derrotados.


EL PLAN ROMANO 

La rebelión de los godos cogió por sorpresa a Valente en la ciudad siria de Antioquía, desde donde planificaba una campaña contra el Imperio persa que, como desde hacía siglos, discutía las fronteras romanas en Oriente Próximo y apoyaba revueltas de los pueblos locales contra Constantinopla, como la de Cilicia, sofocada en 375, o la de los sarracenos en Palestina, Fenicia y el Sinaí, que se consiguió someter a finales del 377 de forma más o menos efectiva. Aprovechando este pequeño respiro, Valente dirigió el trasvase de tropas veteranas desde la frontera oriental a los Balcanes, donde acabó formando uno de los mayores ejércitos romanos que se habían visto nunca. En Adrianópolis, donde se instaló el campamento y se guardó el tesoro imperial destinado a pagar la campaña, se reunieron nada menos que 7 legiones, cuyo núcleo estaba formado por 5.000 hombres veteranos de las legiones palatinae, la élite del ejército romano del momento, ayudados por los auxilia palatinae y otros tipos de auxiliares hasta alcanzar los 21.000 hombres. Apoyando a éstos se reunieron otros 28.000 auxiliares ligeros, con poca o ninguna armadura. Al igual que en otras ocasiones, el peso de la contienda fue asignado a la infantería romana, mientras que la caballería sólo tendría un papel secundario apoyando a ésta. No obstante, el destacamento de caballería que marchó a Adrianópolis también fue importante, pues estaba constituido por 1.500 jinetes de élite de la guardia imperial (Schola palatinae) apoyados de cerca por 1.000 equites palatinae y 5.000 equites comitatenses. En este último grupo se incluían importantes divisiones de caballería árabe y arqueros a caballo. Sin embargo, tan impresionante ejército contaba con una importante diferencia respecto a las poderosas legiones romanas de antaño: el equipo. Los años de crisis económica habían hecho mella en el ejército, que ahora debía marchar menos preparado a la batalla. Las tropas de infantería pesada habían sustituido la armadura de placas (lorica segmentata) por la menos efectiva cota de malla, que hasta entonces habían llevado los auxiliares (muchos de los cuales marchaban esta vez a la batalla sin armadura y en algunos casos ni siquiera casco). El gladio, la antigua espada romana, había sido sustituida por otra más larga (Spatha), y el pilum había sido retirado en muchos casos, aunque algunas unidades de infantería y caballería portaban una lanza larga (en este último caso, influidas por la caballería bárbara). También se había perdido el scutum, el antiguo y bien efectivo escudo rectangular romano, por lo que las unidades que llevaron algún escudo a la batalla lo hicieron con modelos redondos u ovoides de madera o metal más barato, similares a los de los bárbaros. Además habían empeorado la instrucción y disciplina de la tropa. Los visigodos habían recibido una instrucción similar a la de los romanos y, por muy grande que fuera el ejército reunido por Valente, éste seguía siendo la mitad de los hombres con que contaban los godos. Con el fin de alcanzar un número comparable, Valente se puso en contacto con su sobrino Graciano el Joven, emperador de Occidente que había logrado rechazar con éxito varias invasiones bárbaras, el cual accedió y marchó junto a un ejército propio para reunirse con el de su tío.


LOS GODOS Y SUS ALIADOS 

La llegada de tropas de élite era un hecho esperable después de las fáciles derrotas de las pequeñas guardias romanas en la zona. A pesar de que el equipo e instrucción de los romanos ya no era el de tiempos pasados, Fritigerno sabía que probablemente eran superiores a los suyos y todavía podían hacerles mucho daño, por lo que trató de contrarrestar esa diferencia multiplicando todavía más sus numerosas tropas. Los emisarios visigodos recorrieron las zonas circundantes e incluso volvieron a cruzar el Danubio para entrevistarse con los pueblos que habitaban allí, entre ellos sus viejos enemigos hunos. Las gestiones dieron un considerable éxito, pues consiguieron el apoyo de los alanos, ostrogodos y otras tribus bárbaras menores. Incluso se unieron al ejército varios centenares de hunos y refugiados romanos (esclavos fugitivos, desertores, etc.) a título personal. Así pues, el ejército inicial de visigodos y refugiados ostrogodos, compuesto por unos 110.000 guerreros, creció hasta la impresionante cifra de 155.000 hombres y 11.500 jinetes sin que lo supieran los romanos, haciendo parecer aún más pequeño a su lado al ejército de Valente. Los bárbaros no estaban especializados en el manejo de un arma en particular, por lo que marchaban a la batalla con todo tipo de armas, tanto arrojadizas ( jabalinas, arcos, hondas, hachas..) como de combate cuerpo a cuerpo. Durante el transcurso de la batalla podían luchar tanto montados como a pie, cambiando a menudo de una situación a otra sin problemas. Las unidades no estaban bien definidas, tal vez con la única excepción de un cuerpo de caballería pesada acorazada de inspiración romano- sármata. Un buen número de los guerreros godos llevaban también cotas de malla y cascos de origen romano, así como su característico escudo redondo de gran tamaño.



LA BATALLA 

El 9 de agosto de 378 el ejército de Valente dejó la impedimenta, demás pertrechos e insignias imperiales en Adrianópolis o sus afueras, y se movilizó hacia el noroeste, hasta avistar en una llanura el campamento godo, cerca de las dos de la tarde. No parecía haber centinelas lejos del campamento, donde las tropas godas parecían acampar al completo, protegidas detrás de los carros vacíos que usaban como muralla (laager) cuando no se estaban moviendo. Los refuerzos de Graciano aún no habían llegado, por lo que se discute cuáles serían realmente las razones de Valente para marchar hasta allí: quizás aún no esperase entrar en batalla y disponer tropas a la vista de los visigodos fuese sólo una medida de presión con el fin de forzar su rendición. Otros opinan que Valente quería de verdad entrar en combate en ese momento, confiando en que sus tropas veteranas le diesen una victoria que, de esperar a Graciano, sería compartida y por tanto menos honorable. Reunido con sus generales, Víctor y Ricimero (éste último de origen germano, que había supervisado la llegada de los visigodos a Moesia por orden de Valente) le sugirieron esperar a Graciano y no meterse en problemas de momento. Sebastián, en cambio, recomendó un ataque inmediato que aprovechase el factor sorpresa. No se haría ni lo uno ni lo otro. Las tropas romanas avanzaban en posición lineal, con la infantería pesada de Trajano y los auxiliares en el centro, y la caballería protegiendo los flancos. Valente permanecía detrás de la infantería con su guardia personal. Cuando los godos vieron a los romanos en las cercanías, Fritigerno solicitó parlamentar. Es probable que en lugar de querer con ello eludir la batalla, su objetivo fuese en realidad el de ganar tiempo. Tenía la infantería y una pequeña parte de la caballería dentro de los límites del campamento, pero la mayor parte de ésta (con la que no contaban los romanos) estaba en camino al mando de los nobles ostrogodos Alateo y Zafras.


El primer ataque correspondió a los romanos, aunque parece que les cogió por sorpresa tanto a los godos como a sus propios compañeros. Sin esperar a que acabasen las negociaciones, los tribunos Cassio y Bacurio de Iberia ordenaron a sus tropas auxiliares el ataque, que marcharon rápidamente hacia el campamento visigodo mientras el resto de la infantería romana seguía en sus posiciones. El flanco izquierdo de la caballería los imitó, buscando atacar a los godos por un lateral mientras éstos se enfrentaban a las dos pequeñas divisiones de auxiliares, las cuales fueron rechazadas sin problemas y puestas en fuga de forma deshonrosa, corriendo rápidas a sus posiciones anteriores. Acababan de iniciar la batalla de la peor forma posible Fritigerno dio las conversaciones por terminadas y ordenó atacar en ese momento, haciendo salir a la mayoría de sus hombres del campamento en busca de los romanos. Entonces apareció a su derecha el enorme ejército de jinetes al mando de Alateo y Safrax, que se encontró de cara con el destacamento de caballería del flanco izquierdo romano, el cual fue obligado a retroceder hacia sus posiciones originales después de ocasionarle numerosas bajas. Los visigodos controlaban ya el terreno, y al acercarse a las líneas romanas, comenzaron a lanzarles las armas arrojadizas que portaban. Los romanos aguantaron como pudieron la lluvia de proyectiles hasta que las líneas godas llegaron hasta ellos, comenzando en ese momento el combate cuerpo a cuerpo Mientras la infantería y el flanco derecho de la caballería combatían contra sus homólogos bárbaros, sufriendo numerosas bajas en ambos bandos, la caballería del flanco izquierdo romano se revolvió y atacó de nuevo a Alateo y Safrax. Tal maniobra les cogió desprevenidos y permitió a los romanos hacerles retroceder, adelantándose en el campo de batalla prácticamente hasta los carros visigodos. Se considera que éste fue el punto de inflexión de la batalla, pues de haber recibido entonces ayuda de otras unidades, quizá la caballería romana hubiese podido poner en fuga a la bárbara, a pesar de que le superaba en número, y atacar por detrás a la infantería visigoda.


La caballería romana comenzó a verse ampliamente superada, a medida que perdía empuje y no recibía ayuda, mientras que a la caballería visigoda se sumaban hombres a pie de las tropas que habían quedado dentro del campamento, incluido el propio Fritigerno. La desproporción de fuerzas se hizo patente y lo que quedaba de la caballería romana en ese flanco fue destrozada, huyendo los pocos supervivientes del campo de batalla. Una vez puestos en fuga los equites romanos, la infantería de Fritigerno avanzó para sumarse a las primeras líneas de infantería goda. Mientras tanto, la caballería de Alateo y Safrax se adelantó por el lateral para atacar los flancos y la retaguardia de Trajano, comenzando a cercar a los romanos por la izquierda. Amiano Marcelino relata lo que debió de ser especialmente aterrador para los soldados romanos, que vieron salir de entre el polvo ("como de la nada") a la caballería goda, por sorpresa y a sus espaldas. Esto dejó a gran parte del ejército romano sin capacidad de maniobra. Los soldados destacados en el flanco izquierdo estaban ya perdidos, sabedores de que no había posibilidad de huir ni clemencia que esperar de los visigodos. Aunque en este punto los historiadores latinos probablemente exageran, no resulta tan raro que los hombres de esas unidades peleasen hasta la muerte, llegando a cargar sin posibilidades de victoria contra las cada vez más nutridas filas de bárbaros. Las bajas fueron enormes en los dos bandos, hasta el punto de que pronto el número de cadáveres y los charcos de sangre comenzaron a hacer dificultoso el moverse por el campo. Las unidades romanas perdieron la comunicación entre ellas. Mientras unas aprovecharon para huir, otras, viéndose cercadas, tuvieron que pelear hasta el final.


Entonces empezó una huida general de aquellas tropas romanas que podían, abandonando al resto a su suerte. Mientras las últimas unidades de Trajano eran aplastadas, Valente corrió a refugiarse tras lo que quedaba de la caballería del flanco derecho, que unida a las últimas unidades auxiliares intentaban organizar un núcleo final de resistencia en torno al emperador. Los generales Trajano y Víctor estaban con él Sobre el final de Valente circulan distintas versiones, sin que se pueda afirmar con seguridad cuál es la correcta. La primera y más simple cuenta que, sencillamente, Valente murió tras recibir el impacto de una flecha enemiga, acorralado y combatiendo junto a los hombres que lo acompañaban, como un soldado más. Otras dicen que pudo ser evacuado por sus generales (quizás herido) y se refugió en una casa cercana o, más probablemente, en una torre de guardia. Los visigodos ignoraban que Valente estaba dentro, pero al observar que se guarecían soldados romanos en su interior, acabaron con las últimas tropas que se les oponían y prendieron fuego al edificio, matando a todos los que se encontraban dentro. Sea como fuere, lo cierto es que nadie pudo identificar después el cuerpo de Valente entre todos los caídos en la batalla, por lo que tuvo que ser sepultado como un soldado anónimo más.  

CERCO DE ADRIANÓPOLIS 

Los visigodos no se detuvieron tras la batalla. Acababan de destruir el mayor ejército visto en la zona y se podía decir que ya eran los dueños de los Balcanes. Incluso habían matado al emperador sin que éste tuviera hijos, dejando a todo el Imperio huérfano. El paso más lógico fue proseguir su política de saqueos y decidieron comenzar por Adrianópolis, a poca distancia, con el tesoro imperial en su interior y hacia donde había conseguido huir alrededor de un tercio (20.000) de los hombres de Valente. Adrianópolis era un botín muy valioso, y aún se revalorizaba más por el hecho de dominar los caminos hacia Constantinopla, la propia capital de los romanos de Oriente. La captura de la ciudad no iba a ser fácil. A la guardia urbana se sumaron los soldados supervivientes de la batalla, aunque las autoridades locales no permitieron a éstos entrar en la ciudad. En su lugar debieron construir a toda prisa un segundo muro de barricadas en torno a la ciudad tras los que refugiarse ellos y la propia Adrianópolis, donde la propia población comenzó a colaborar de forma masiva con el ejército para hacer frente a la inminente llegada de los godos. Éstos llegaron poco después. Con el fin de dificultar aún más la entrada del enemigo en la ciudad, se bloquearon las puertas colocando grandes piedras tras éstas y se montaron algunas máquinas de guerra. El bloqueo de las puertas dejaba a los restos del ejército de Valente sin posibilidad de huir y refugiarse. Así pues, no es de extrañar que cuando los romanos avistaron a los godos, fuesen 300 auxiliares de los primeros los que iniciasen la nueva batalla lanzándose en una carga tan heroica como suicida. Todos sus integrantes murieron. Los germanos avanzaron hasta las líneas de defensa de la ciudad, donde se vieron obligados a detenerse y luchar bajo los muros de la fortaleza, mientras los romanos que había arriba les lanzaban todo tipo de proyectiles. Los godos también lanzaban sus propias armas arrojadizas, pero llegado un determinado momento, los sitiados se dieron cuenta de que los bárbaros recogían lanzas y flechas del campo de batalla y las volvían a lanzar contra ellos, señal de que las suyas se habían agotado. Para dejar a los godos sin posibilidad de lanzar los proyectiles que les llegaban, se ordenó romper la unión entre las puntas y el resto de la flecha o lanza. Así, las armas arrojadizas podían usarse una vez más, pero cuando impactaban con algo (hubiesen acertado o no) se rompían del todo y quedaban inutilizables. Además, las puntas sueltas se clavaban en los soldados enemigos, sin posibilidad de extraerse más tarde.


Mientras la lucha proseguía en los muros de esta manera, se terminó de armar y disponer para el combate un onagro. Los romanos apuntaron al grueso de las tropas godas y lanzaron la primera piedra; ésta erró el tiro, pero tuvo un cierto impacto psicológico sobre los atacantes, que no disponían de armas de asedio. No esperaban ver salir de entre el humo y el polvo de la batalla a una gran roca dirigiéndose directamente hacia ellos, por lo que no supieron cómo reaccionar y perdieron momentáneamente la cohesión entre sus fuerzas, facilitando el contraataque de los romanos. Tras sufrir innumerables bajas y fracasar en cada una de sus cargas, siendo expulsados de los muros tan pronto como apostaban una escala, los visigodos se vieron finalmente obligados a retirarse y marchar de nuevo hacia el noroeste, salvándose Adrianópolis y Constantinopla de sufrir su conquista. Una vez que se aseguraron de la marcha de los godos, los soldados volvieron con el tesoro imperial a Constantinopla o se refugiaron en otras ciudades más seguras de las inmediaciones. Muchos de los habitantes de Adrianópolis abandonaron también sus casas por miedo a que los bárbaros volvieran, si bien éstos no llegaron a hacerlo.


 CONSECUENCIAS 

La primera y obvia consecuencia de la aplastante derrota del Imperio Romano de Oriente fue el trono vacante que Valente dejó en Constantinopla. Antes de que el caos se adueñase de Oriente, el emperador de Occidente y sobrino del difunto, Graciano, encargó su gobierno al general hispano Flavio Teodosio, que fue coronado en 379 y llegaría a ser conocido como Teodosio I el Grande. Teodosio adquirió el trono de Occidente años más tarde y fue el último hombre que gobernó el Imperio Romano en su totalidad, razón por la cual se le llama a menudo el último de los romanos. Teodosio dirigió personalmente una nueva campaña contra los godos que terminó al cabo de dos años, tras los cuales consiguió derrotarlos y negociar un pacto en 382 con su nuevo jefe, Atanarico, que volvía a restituirlos como foederati en Moesia. Fritigerno había muerto por causas naturales el año anterior. Aunque el nuevo pacto supuestamente devolvía la situación al statu quo inicial, lo cierto es que ya nada volvería a ser igual para los godos ni para los romanos. Tras Adrianópolis, los visigodos fueron plenamente conscientes de su fuerza y continuaron extorsionando a los romanos cada vez que les parecía conveniente. El que llegó más lejos con esta política fue Alarico I, que incluso aspiró a ocupar algún cargo importante en el gobierno del Imperio de Oriente. Al no ver resueltas sus demandas, sometió a los Balcanes a una nueva política de saqueos, llegando a entrar en Atenas. Sólo cesó en su empeño cuando Rufino, el tutor ostrogodo del hijo de Teodosio, le reconoció como magíster militum de la provincia de Iliria. Tal concesión fue en realidad una auténtica estafa, pues forzó a los visigodos a instalarse en unas tierras menos ricas y fértiles que las que dejaban atrás, y que encima eran disputadas por los Imperios de Oriente y Occidente.Las desavenencias de Alarico con sus nuevos vecinos occidentales (que no reconocían el gobierno de Oriente ni de Alarico sobre Iliria) conducirían en último término al saqueo de Roma en 410, el cual fue visto por los contemporáneos como el fin del mundo conocido.
La derrota de Adrianópolis tuvo también sus consecuencias en la forma romana de hacer la guerra. Tras la masacre romana, fue imposible recuperar el número de soldados y oficiales perdidos en la batalla y hubo que reestructurar el ejército, abandonando el clásico sistema de legiones. A partir de entonces (fue Teodosio quien exportó el nuevo modelo a Occidente), el ejército romano se dividió en pequeñas unidades de limitanei (guardias fronterizos, muchas veces bárbaros federados) dirigidas por un "duque" (dux) que gobernaba una zona fronteriza desde una fortaleza particular, más un ejército móvil (comitatenses) que se desplazaba de un lugar a otro según apareciesen los problemas. Este nuevo sistema de defensa sería el embrión del futuro sistema feudal vigente durante la Edad Media. La batalla de Adrianópolis también demostró la eficacia de la caballería en la guerra, por lo que su número aumentó en los nuevos ejércitos en detrimento de la infantería. Las nuevas unidades de caballería solían estar formadas asimismo por mercenarios bárbaros, fundamentalmente hunos, sármatas o persas, que combatían con espada larga y lanza y fueron a su vez los precursores de los caballeros medievales. Finalmente, el caos ocasionado por los godos en Adrianópolis fue aprovechado por los hunos para cruzar el Danubio e imitar la política de saqueos y extorsiones que tan buenos resultados había dado a los visigodos. Cuando Atila llegó al trono huno en 434, esta política era algo común para su pueblo, y fue él quien la llevó a su máxima expresión acelerando la caída del Imperio Romano de Occidente.

FUENTE:Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Adrianópolis